El milagro se produce cuando los paralíticos se atreven a creer en sí mismos y en su capacidad de levantarse por encima de unas limitaciones que pensaban tener y que, a la postre se demuestra que no son reales. Lo que hace Jesús es transmitirles la fe en sí mismos y en su capacidad para trascender las limitaciones a las que se habían acostumbrado.
Porque claro, también tiene sus ventajas ser paralítico: vives fatal, pero no has de hacer nada y siempre hay alguien que se compadece de ti y te echa una moneda. En cambio la fe exige un esfuerzo superior al ordinario y no todo el mundo está dispuesto a realizarlo.
Otra cosa que hace Jesús con los paralíticos que levanta es perdonarles los pecados. Esto es importante porque él paralítico es paralítico a causa de sus pecados y, si no se le perdonan, vuelve a paralizarse al poco tiempo.
También aquí suele haber confusión: mucha gente interpreta que el paralítico lo es porque Dios le ha castigado por sus pecados, pero es absurdo que Dios lo castigue por un lado y lo cure por otro. El pecado es la desorientación, la falta de orden mental, el no tener claro qué cosas son fundamentales y cuáles accesorias. La parálisis que produce esta desorientación no es tanto de estar inmóvil como de dar vueltas en un círculo vicioso que no tiene salida: siempre los mismos problemas y siempre la misma imposibilidad de superarlos. Hasta que uno acaba considerando la propia vida como un problema y el hecho de vivir como una condena.
Claro, para ver dónde está el error, primero hay que levantarse por encima de los pensamientos habituales y cuestionarlos. Mirarlos con lupa y observar en qué acciones contraproducentes y en qué omisiones pusilánimes o irresponsables se traducen. Y esto se hace desde un nivel de conciencia superior, simbolizado aquí por Jesús; que además de amor, también es verdad y vida.
Y para hacer eso, también se requiere fe en la capacidad de ver y reconocer el error que hay en uno mismo. El gran enemigo de la fe es el dicho: mejor malo conocido que bueno por conocer; es el miedo a perder la poca seguridad que tenemos para abrirnos a la Realidad que somos. Atrevernos es el verdadero milagro.