Nuestra existencia requiere no solo los alimentos que necesitamos para mantener nuestro organismo, sino también las dificultades que tenemos que vencer, las injusticias que tenemos que remediar y los aspectos de la realidad que tenemos que comprender. La idea de que somos algo independiente de todo esto es una fantasía carente de sentido. Sin alimentos podemos durar unos pocos días, sin aire, que es nuestro espacio colectivo, unos pocos minutos; y sin impresiones de la mente, que es la realidad en la que existimos, ni un segundo.
Pero además, en nuestro camino hacia la autorrealización, necesitamos atravesar y resolver determinadas circunstancias; y estas circunstancias son justo las que la existencia nos presenta. Cada día vivimos infinitas percepciones de la realidad, pero sólo prestamos atención a aquellas que no sabemos manejar porque destacan como algo extraordinario y ajeno a nuestras previsiones; situaciones imprevistas, buenas o malas. Lo que para otros es irrelevante para nosotros resulta importante; y somos nosotros quienes le atribuimos importancia. No hay existencia más triste que la de aquel que no tiene nada que destacar en su jornada. Y sin embargo, a veces nos instalamos en el deseo de que “no pase nada”.
Por suerte no dejan de pasarnos cosas, es un cable que nos echa lo Superior. Porque nosotros nunca hubiéramos solicitado las experiencias que nos han causado dolor pero nos han obligado a crecer. Y nunca hubiéramos descubierto que el hecho de crecer es lo que consigue que los problemas desaparezcan.
Si miramos con un poco de objetividad veremos que nuestra aportación al mundo difícilmente compensa todo lo que recibimos de él. Hemos recibido el regalo inmenso de existir, un regalo que desde nuestra limitada forma personal nunca podremos pagar; pero tenemos el vicio de considerarnos el centro del mundo y de juzgar la realidad en función de si se pone o no al servicio de nuestros intereses personales. Así que no solo no agradecemos lo que recibimos sino que encima pedimos algo diferente.
Este sinsentido desaparece a medida que ampliamos nuestra noción de existir; no se trata de ser humildes y ponernos a un lado sino de tomar conciencia de todo lo que incorpora nuestro yo experiencia individual: el cuerpo físico, nuestras sensaciones, sentimientos, conocimientos, relaciones y habilidades. Después podemos observar también nuestro yo experiencia social, nuestra participación en diferentes colectivos: desde la familia, la empresa, el pueblo, el estado hasta la propia humanidad; con toda su historia, su desarrollo filosófico, científico, moral, político y espiritual.
Todo esto está a nuestra disposición por el solo hecho de haber nacido; otra cosa es que lo aprovechemos o no, que lo hagamos nuestro y enriquezca nuestra personalidad. Porque puede que lo consideremos de poco interés al lado del feo que nos hicieron la semana pasada en una reunión familiar o de lo difícil que nos está resultando conseguir un crédito para cambiar el coche.
Como dice el Padrenuestro: danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. El pan de cada día son las dificultades que tenemos que resolver y la injusticia desaparece en el momento en que dejamos de ser mezquinos y nos abrimos a la realidad que somos.