Asociación para el Desarrollo de la Conciencia y la Autorrealización
Podríamos decir que existe el sistema grande y el sistema pequeño. El sistema grande se refiere a poder hacer periódicamente retiros de varios días en los que uno se propusiera estar en completo silencio externo y también (lo más posible) interno. El efecto que eso produciría en las personas sería extraordinario. Esta disciplina, este esfuerzo de no hacer esfuerzo, ese esfuerzo de no agitarse, eso tendría un efecto sedante y a la vez estimulante realmente transformador.
Dia 26 de Julio de 2019: es un placer escuchar desde su hondura al monje cisterciense Juan María de la Torre compartiendo experiencias, conocimientos y enseñanzas aprendidas a lo largo de una vida intensa. En este último retiro en el monasterio de Oseira pudimos escucharle hablar sobre las creencias, la fe, el momento presente, la huella,…, y nos explicó algunos simbolismos del arte trascendente. Así que me gustaría compartir con vosotros una breve síntesis de lo que allí oímos.
Dice el P. Juan María que tenemos que evitar los ídolos, hechos de imágenes visuales o imaginaciones visuales que proyectamos hacia afuera; pero también de imágenes más sutiles: las imágenes auditivas. Las imágenes auditivas son las creencias, y las creencias nos pueden esclavizar porque nos llevan a fabricar conceptos de Dios que han sido fabricados por nuestra propia mente y que han acabado por atraparla en ellos. Conceptos de Dios, de los santos, de los dogmas y de la trascendencia que se nos han dado en la infancia y que han sido ubicados y alimentados por nuestros parámetros mentales.
Quien no se conoce no sabe de su verdad. Y quien no es consciente de su verdad, tampoco es capaz de percibir su verdadero valor y belleza. No es extraño que Teresa de Jesús se entristeciera al constatar que eran pocos los que eran conscientes de su interioridad.
Y es que, cuando decidimos entrar en el castillo, y vamos abriendo las puertas que nos llevan de una morada a otra, el grado de sorpresa cada vez es mayor: las hermosuras que vamos encontrando y descubriendo en nuestro propio interior resultan cada vez más inesperadas, y por ello más sorprendentes todavía. Hasta tal punto que uno no dejaría de maravillarse cada día, si se animase a emprender este camino.
Aunque el trabajo interior se puede abordar desde diferentes perspectivas, y de hecho cada buscador tiene su propio camino, en lo que es el mío, y teniendo como guía a Antonio Blay, podría sintetizarlo en tres aspectos fundamentales: El Centramiento, La Actitud Positiva y La Aceptación.
El descubrimiento de un testigo o sujeto de lo que ocurre en nuestra conciencia marca un hito en el proceso de retorno a nuestra propia naturaleza, hasta este momento es como ir buscando en una habitación a oscuras la puerta de salida; no estamos satisfechos con nuestras vidas y buscamos todo aquello que nos de un poco de paz, felicidad y seguridad, sabemos lo que no queremos pero descubrimos que todo aquello que nos da seguridad o felicidad no es permanente, y es como la zanahoria que siempre está más lejos.
Hay un momento en que vemos con claridad que en el centro de toda esta búsqueda, de todo deambular por la vida, hay una realidad inalterable, un lugar de libertad, que está más allá de todo lo que ocurre y por lo tanto más allá del tiempo, en el presente; se le puede nombrar sujeto, testigo, yo profundo, presencia, y es lo que Es siempre, seamos o no conscientes. En este momento empieza de verdad el trabajo interior porque sabemos a donde vamos, aunque requerirá de todo nuestro esfuerzo y entrega para ir superando este entramado mental psicológico hecho de miedos, deseo y hábitos, para que quede lo que siempre ha sido; mi propia naturaleza.
Son realmente pocas las personas capaces de ser generosas desde la disponibilidad del corazón, pues eso requiere una conexión con una dimensión profunda de uno mismo que posibilite la capacidad de amar realmente a los demás desde la libertad. Lo que, a su vez, parte de estar centrados y conectados con nuestras almas… Cuando encuentras a personas así parece que has llegado a casa después de un largo viaje, seguramente porque están en su “casa”, enraizadas en su ser y conectadas con la realidad. Es un regalo de la vida contar con su presencia y también nos transmiten la esperanza de un mundo mejor. Solamente cabe gratitud e inspiración ante personas así. Nos inspiran y nos estimulan a ser como ellos.
Cuando no se las encuentra, parece que el mundo se torna un desierto, por la sensación de sequedad que producen y da la impresión de que no hay agua para todos, ya que muchos se reservan su “riqueza” tanto para sí mismos que se acaban volviendo cada vez más pobres y miserables y parece que se ve "sed" por todas partes...
Jaume Arasa tiene treinta y ocho años, y hace diecisiete que entró en la Escuela de Policía de Catalunya. Actualmente pertenece a la Unidad Canina de los Mossos de Esquadra.
-¿Como se le ocurre a un chico de veintiún años hacerse policía?
- Primero quería ser agente rural, pero convocaron antes las oposiciones a mosso, me presenté y me cogieron. Fue un poco por casualidad, así y todo siempre he tenido esta vocación de cuidar a la gente. En el colegio siempre tenía este sentimiento de protección a la comunidad. Los quería y los protegía, por eso me hice mosso y me siento bien siéndolo.
Como sugerencia, indicaremos la manera de conectar con la zona central del centro ajna, más allá del ajna externo (o sea, hacia el ajna interior). La consecuencia es que al llegar a esta zona más profunda, la mente se abre hacia todos los niveles, superiores e inferiores.
La técnica básica para lograr esto, es la denominada «atención central». Consiste en tratar de estar siempre conciente de uno mismo, en toda circunstancia, manteniendo una conciencia axial, cuya línea vertical pasaría (aproximadamente) por la columna vertebral.
Pero eso debe ser practicado sin aislarse de lo que ocurre en el exterior, sino conectando toda experiencia con esta conciencia de sí. Cuando esto se practica sistemáticamente se va afianzando la presencia del yo. Es posible practicarla siempre ya que no presenta contraindicaciones.
El hombre de nuestros días necesita más que nunca consolidarse a sí mismo, fortalecerse, encontrar algo que le sirva de soporte, de fuerza, algo estable frente a esta mutabilidad que descubre en todo cuanto le rodea.
Hasta ahora el hombre se había apoyado en una serie de estructuras y de valores que él consideraba fijos y estables. Pero los últimos decenios no han hecho más que poner en evidencia la inestabilidad, la impermanencia de todo lo que servía de base. Las estructuras, sean políticas, sociales, económicas, incluso familiares; las instituciones tradicionales, incluso muchas de las estructuras religiosas, por lo menos en algunas de sus formas, tienden a tambalearse cada vez más y en la medida que la persona vivía apoyada en ellas se encuentra ahora más desorientada, desconcertada, desarticulada.
El orgullo es el problema más difícil de resolver y por eso no nos ha de extrañar que quien desee trabajar de veras en la vida espiritual se encuentre enfrentado a dificultades, problemas y contrariedades de todo tipo, y que muchas veces sea víctima de grandes injusticias. ¿Por qué? A veces porque la persona se «desconecta» de su entorno y no sabe ver las leyes más simples de la vida. Otras veces esto sucede porque sólo cuando la persona se encuentra con dificultades, cuando tiene que movilizar todos sus recursos interiores, cuando se enfrenta con cosas imposibles -cuando vive su impotencia, su limitación, cuando se da cuenta de que está ante algo que no puede solucionar, cuando se enfrenta a la crítica, al ridículo, inerme, sin poder hacer nada-, si sabe estar atento y consciente, aquello se convierte en una oportunidad extraordinaria para descubrir la no-realidad de su yo personal.